Italianme en Florencia te lleva a un mundo mágico, conocerás las historias más lindas, verdaderas y reales!

Eran los años cincuenta, muy cerca al milagro económico. Yo era un pobre muchacho joven, vivía en Via del Campuccio, iba a las escuelas industriales. Yo pertenecía, el único hijo, a una familia pobre. Mi madre “daba servicio” para ganar algo de dinero, es decir trabajaba como empleada doméstica por horas. Yo quería mucho a mi madre, que hacía muchos sacrificios por mí, yo tenía una idea fija de regalarle flores pero no tenía dinero para comprarlas. Además en ese tiempo, los negocios de flores eran raros.

Estaba cerca de Santo Spirito, la plaza del popular barrio de Oltrarno con una hermosa iglesia cuya construcción inició en 1400 por Brunelleschi. Entre las casas populares de esta plaza está el gran Palazzo Guadagni en cuya esquina todos los domingos estaba Mario, una persona modesta, con un comportamiento serio, con la cara llena de arrugas por el paso del tiempo, un hombre humilde, sencillo y bueno. Los domingos por la mañana vendía flores a los transeúntes, flores silvestres recogidas en las colinas de Florencia.

Un domingo, me armé de valor y le pregunté si me podía dar un algunas para mi madre. Le dije también la razón y que no tenía dinero para pagarle. La cara de Mario, mostraba atención y se iluminó con una hermosa sonrisa y dijo: “Ven conmigo el próximo sábado, te llevo a recoger las flores, así las llevarás a tu madre.”

Hicimos una cita en la Via delle Cámpora, hermosa calle que desde Porta Romana va hacia las colinas. Era un hermoso día soleado, caminar sobre la hierba de los prados era como caminar sobre una alfombra suave. Mario me mostró las flores que podía recoger robándose las a las abejas. Hice un hermoso ramo de margaritas y algunas de amapolas. Estaba feliz. Al regreso, fui a casa y se las di a mi madre. Cuando las vió, su rostro se iluminó con una magnífica sonrisa. Nos abrazamos, uno de esos abrazos de los que no te gustaría soltarte, aún lo recuerdo.